El deporte ha sido parte de la vida de Rodney Cuestas y aunque con la maratón realizada por la “Pérez Scremini” dijo que no llevará adelante más competencias de largo aliento, igualmente se lo verá practicando en la rambla y participando de algunas maratones. 

En su domicilio de Casagrande casi Zapicán y disfrutando de los primeros mates de la mañana, Rodney recordó que el gusto por el deporte muy posiblemente surge a través de su padre Carlos Cuestas Ramírez, quien durante muchos años en la época del “Vasco” Etchebarne, recorrió las rutas con su bicicleta. 

Junto a su esposa Karina Deleón, a su hija Maika de 16 años, al pequeño Benjamín, Gastón de 19 (quien estudia Medicina en Montevideo) y a su madre política Nidia Raquel Córdoba, recordó que en los años 81 y 82 estuvo cursando en el Liceo Militar y fue allí que en las diferentes competencias se iba midiendo con sus compañeros, las ganaba y eso le marcaba que era el deporte que debía continuar porque, aunque también jugó al fútbol, nunca tuvo mayores progresos. 

“Cuando realmente me di cuenta que era bueno fue cuando corrí la maratón de 5 kilómetros que organizó Diario Crónicas, que tuvo como punto de largada el Estadio de Independiente, cruzamos toda la ciudad y la llegada fue en playa “El Raviol”. En ese momento tenía miedo de llegar último, mi padre me apoyaba muchísimo y en ese momento uno de los principales maratonistas era Fidel Galeano. 

Tuve la suerte de llegar segundo a la meta y en ese año era cuando estaba jugando en la primera de Peñarol, pero allí me di cuenta que lo mío era la carrera. Soy muy meticuloso, sé que en esta actividad todo depende de mí, siempre he entrenado a conciencia de lo que voy a hacer y por ello continúo adelante.

Cuando comencé, las carencias eran muchísimas, corría descalzo, porque el calzado deportivo de esa época era “Gamo”, “Funsa”, entre otros, y no ayudaban en la competencia. ¡Si habré tenido ampollas que me sangraban! porque en esa época la mayoría de las maratones se hacían en verano y el calor del hormigón realmente hacía estragos en la planta del pie. 

En las otras dos competencias que en los años subsiguientes realizó Crónicas también participé y en esas yo fui el victorioso”.

Ha participado en numerosas competencias nacionales e internacionales, principalmente en Argentina y en el año 2000 fue reconocido como ultramaratonista tras participar de una competencia de 100 kilómetros en San Javier. En esa oportunidad vinieron competidores de varios países, entre ellos un francés que tenía el récord mundial en esta actividad interviniendo en 424 ultramaratones y lo elogió por su capacidad de trepar los repechos. Fue allí que lo invitaron a participar de la 7ª edición de las 24 Horas de Quilmes (Argentina) y esa competencia le llevó a preguntarse cuál era su límite, por lo que comenzó a prepararse y mantener junto al entrenador Rossano de Nuevo Berlín, diferentes charlas, aconsejándole contratar un remise para trasladarse más cómodo debido a la exigencia de la carrera. El costo del mismo era de unos 300 dólares y unos vecinos de la localidad vendieron una vaquillona reuniendo 294 dólares, lo que facilitó esa experiencia de largo aliento. 

En esa instancia Rod-ney prometió no abandonar y hacer hasta el máximo esfuerzo para homenajear a quienes le habían ayudado y para felicidad de todos, llegó primero a la meta, recibiendo el título de “Campeón argentino”. En esa oportunidad corrió 180 kilómetros y medio y fue el cuarto mejor registro de toda la historia en aquel momento. 

En el 2009 cumplió otro desafío en el Parque Guernika donde corrió durante 24 horas en solitario, por lo que marcó un récord en el Uruguay. En esa oportunidad se lo pudo ver durante meses haciendo los entrenamientos y el día de la prueba hubo un récord de público a su lado. 

Sobre la preparación explicó que lo esencial es tener el apoyo de la familia, estar bien “con la compañera” porque para estas competencias de largo aliento se requieren muchas horas de entrenamiento y en el hogar saben todos que hay una meta por cumplir, por lo que no se admiten reproches, hay horas de descanso que respetar y hasta una alimentación especial, por lo que en más de una oportunidad, su esposa Karina es la encargada de prepararla.

Para cumplir con la travesía Montevideo-Mercedes se requirieron meses de entrenamiento durante seis días a la semana, como mínimo cuatro horas por día. Manifestó que tras llegar al Colegio “San Miguel” se sintió bien, su organismo prácticamente no lo sintió, sólo requería las horas necesarias de sueño. Reconoció el entrenamiento de Roberto “Caticho” Díaz que supo aconsejarlo en esta prueba.  

En estos últimos ocho meses de preparación gastó un par de calzado deportivo por mes, porque cuando la suela se afinaba no podía utilizarlo por el riesgo de ocasionar un problema de rodilla. 

Al desafío de la “Pérez Scremini” llevó ocho pares y con los que llegó a Mercedes estaban ya en condiciones deplorables pero, eran sumamente livianos y cómodos para transitar los últimos kilómetros. 

“Para Cumplirle  al Amigo”

Esta propuesta de correr por la “Pérez Scremini” le fue planteada hace un poco más de dos años por “Tica” Cabrera y por diferentes circunstancias esto no se dio. El pasado año Rodney debió ser sometido a una intervención en su rodilla, por lo que el plan quedó en el camino y hace algunos meses, luego de que su amigo sufriera la pérdida de su pequeño nieto, el deportista le preguntó si aún era posible concretar este desafío.

“Para mí recorrer los 300 kilómetros que separan Montevideo de Mercedes era todo un desafío, pero además era la posibilidad de hacer conocer más a la fundación y cumplir con un amigo porque cuando llegué al colegio no me quería quebrar, pero al verlo a “Tica” nos abrazamos y se que para él fue un tremendo momento.

En un principio la idea era correr durante 24 horas, pero luego junto a mi esposa nos preguntamos por qué no unir la capital del país con el interior y así llegar a más gente. Me queda la satisfacción de haber alcanzado la meta, de contar con nuevos amigos y principalmente de haber dado mi granito de arena para los niños que padecen cáncer”.

Recordó el recibimiento de los rotarios en Libertad, Ecilda Paullier y Nueva Helvecia, de sus compañeros y amigos en Cardona y Palmitas y de la emoción que le significó subir el último repecho de ruta 2 para ver ya las luces de Mercedes que sin dudas lo hizo con el empuje de mucha gente que corrió junto a él, que lo esperó y acompañó en el tramo final. 

“Todo esto me dejó una gran felicidad, recibir el cariño de la gente, arribar a los pueblos chicos y encontrarme con muchísimos que escoltaban mi llegada. Sabía que había una gran expectativa generada y eso te impulsa más aún. En Ecilda Paullier teníamos planificado llegar sobre las 20 horas para que todo el equipo que iba conmigo pudiera ver el partido de Uruguay pero nos retrasamos y arribamos sobre las 21. Grande fue mi sorpresa cuando comenzaron a unirse muchos vecinos en los últimos kilómetros y cuando estuvimos entrando a la localidad, pese a que estaba jugando Uruguay, todos me estaban esperando.

Hay hechos y momentos que son muy importantes y te hacen reflexionar. Eso me ocurrió cuando al llegar a Libertad me dijeron que Benjamín, un niño que se atiende en la Pérez Scremini me quería conocer. Realmente su historia te moviliza, el está saliendo adelante. Pensar en él y en mis hijos me daba fuerzas para seguir avanzando kilómetros.

Reconoció que el calor de las tres jornadas fue una de las dificultades más grandes y las pocas horas de sueño que tuvo fue lo que provocó que antes de llegar a Cardona se durmiera prácticamente corriendo, pero siempre hay amigos -dijo- que en primera instancia le dieron chocolate para levantarle el ánimo y luego le acercaron café.

Antes de llegar a Palmitas también la pasó mal, no le entraba aire a los pulmones y la leve brisa con la que había iniciado la marcha desde Cardona, ya no estaba y el sol caía a plomo. Dos veces tuvo que tirarse un rato debajo de unos árboles, sus compañeros estaban nerviosos, pero poco a poco se recuperó y aunque en pedazos, llegó a la localidad donde lo esperaban Darío Rodríguez y Fabiana Muguiro quienes le atendieron en esas horas.

Durante la travesía hubo un protocolo que se debió respetar para preservar al deportista. Una vez que culminaba una etapa, Rodney caminaba por varios minutos, se duchaba, le hacían masajes y luego lo dejaban descansar. Transcurridas dos horas, recién podía comer, ya que la alimentación era en base a proteínas, carne y si se ingiere enseguida suele caer muy pesado.

Tuvo problemas para conciliar el sueño, prácticamente no durmió en esas jornadas, porque cuando se acostaba comenzaba a pensar en la hora que debía levantarse, y entre el cansancio y los nervios, el sueño llegó muy poco en esos días.

Valoró el equipo que le acompañó, porque sólo -dijo- es imposible hacerlo. “Se que soy muy disciplinado y había momentos en que los retaba y después yo mismo reflexionaba y valoraba lo mucho que ellos hacían viniendo detrás mío cuidándome, coordinando cosas que siempre estuvieron listas en cada destino. Cristian Fúnez y Andrés Ramírez me acompañaron en varios kilómetros.

Los Ultimos Kilómetros

Los últimos kilómetros los hizo a una velocidad increíble, Andrés venía trotando con él y tuvo que desistir y subir al auto porque no podía seguirle el ritmo. 

“A mi padre le decía que cuando llegué a la Ancap era como cuando él corría sus carreras de bicicleta, ver la gente que te alentaba, comprender que la meta estaba cerca. Nunca pensé ese recibimiento, y sabía que Karina con los chicos venían en el vehículo atrás porque apareció de sorpresa en Palmitas.”

Aunque a poco de llegar le dijo a su esposa que estaba muy cansado, nunca pensó en abandonar porque sin dudas que esa fue una de las carreras más importantes de su vida. El calor, el viento en contra de los primeros 100 kilómetros, la falta de sueño no fueron impedimento para que el desafío se cumpliera. 

En estos días a través de las redes sociales, su desafío ha sido comentado y mucha gente le siguió alentándolo, tomando una dimensión -indicó- que nunca esperó. Lo más importante ha sido que el trabajo de la fundación se hizo más visible. Rodney Cuestas acaba de escribir su nombre en el mapa de nuestras glorias deportivas.